La paloma

Bajó con vuelo rasante desde un árbol a la vereda. Su plumaje era ralo y de un color gris claro con algunas manchas blancas en la cabeza. Me llamó la atención porque había volado muy cerca de mí, tanto que casi me había tocado.

Tal vez, si no la hubiera mirado nada hubiese ocurrido, pero la hice y ella devolvió la mirada. No era la de un animal común, había cierta inteligencia, a decir verdad, había mucha inteligencia en ella. Me miró con el cuerpo de costado y su ojo izquierdo fijo en mí. Aquel ojo fijo me perturbó y empecé a caminar por la plaza en dirección contraria, alejándome de aquella ave.

No había caminado más de un par de pasos cuando me creí un idiota, asustado por una paloma. Que clase de infeliz se puede asustar así. Decidí que ya era bastante grande para asustarme de cosas semejantes, el cuco del niño no podía asustar a un adulto. Giré la cabeza mientras aún camina, y ahí estaba, seguía con la vista fija en mí, pero ahora camina en mi dirección, no volaba, seguía mis pasos con sus propias patas y mientras lo hacia no dejaba de observarme.

Era tonto, lo sé, pero apuré mi paso. Aumente la velocidad y miré a mi alrededor, buscaba alguien, cualquiera que me pudiera bajar al mundo de verdad y me sacara de esta mala ficción. Pero esta solo, en la plaza estábamos la paloma y yo. Tomé coraje y resolví mirar nuevamente hacia atrás. Ahí estaba, no había logrado aumentar la distancia, de hecho parecía que estaba aún más cerca y su vista seguía fija en mí.

Doble el paso sin sacarle la vista de encima, ella tampoco me la sacaba y se desplazaba aún más rápido. Sus patas se perdían en el constante y rápido movimiento, movía su cabeza de atrás hacia delante como dándose impulso, pero jamás alejaba su vista.

No pude aguantarlo más, el pánico invadió mi ser y eché a correr. Corrí tan rápido como pude, el aire ya no entraba a mis pulmones con facilidad, alcancé el final de la plaza y por fin me detuve. Incliné mi cuerpo tomándome de las rodillas e intenté llenar nuevamente mis pulmones, el aire comenzó a entrar.

Observé nuevamente hacia atrás. Una sombra volaba hacia mí y rozó mi cabeza. En un acto patético intenté golpearla con las manos, sacudiéndolas de un lado hacia otro. Pero, como burlándose de mí, nuevamente pasó volando cerca, me rozó la cabeza y se detuvo a unos metros míos en la vereda. No dejaba de sacarme la mirada de encima. “¡POR FAVOR, VETE!” grite. Pero mi grito no hizo ningún efecto y hasta llegué a vislumbrar un tono burlón en su forma de observarme.

Corrí nuevamente, tan rápido como me daban los pies y cada vez que me veía hacía atrás la notaba siguiéndome. Me daba alcance, luego se detenía en la vereda para observarme y nuevamente me daba alcance.
Marché tanto como podía, me choqué con un montón de gente pero no importaba, ella me seguía a mí. La gente me miraba como si fuera un loco, pero ella me miraba a mí no a ellos, ella me seguía a mí y a nadie más.

Por fin llegué a casa, cerré la puerta del edificio tras de mí y la vi parada en la vereda, subí por el ascensor abrí la puerta. Mis mayores temores se cumplieron, ella sabía donde vivía, me observaba desde la ventana que por suerte las había dejado cerradas.

Me encerré en el bañó donde no podía verme. Al fin la había vencido.
Hace 5 días que estoy en el baño, estoy sentado contra la puerta escuchando su gorgojeo, la intuyo parada en la ventana. No quiero volver a ver sus ojos.

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