La sal no sala

Como nunca fui supersticioso y desde siempre me llamó la atención de donde vienen las supersticiones. En su momento, hasta llegué a inventar supuestos motivos, que explicaban a una o a otra.

Supongo que es por eso, que recuerdo cual es la primera de las supersticiones de la cual conozco su origen y que luego me llevó a buscar los otros.

No pases la sal de mano en mano que trae mala suerte.

¿Qué es lo que lleva a la gente a estar aterrada cuando alguien le pasa la de mano en mano? ¿Qué es lo que lleva a esa misma gente a pedir que la deposite en la mesa?

Bueno la respuesta es bastante sencilla, pero no por eso deja de ser interesante.

Resulta ser que en la antigüedad, no había supermercados donde pudiera comprarse sal, ni siquiera mercaditos de barrio. La sal era muy cara ya que costaba mucho el extraerla y en general, el común de la gente, comía la comida sin sal y sin ningún otro tipo de especia.

La sal era tan cara que se utilizaba como comóditi de intercambio, como si de dinero se tratara, de hecho de sal viene salario. Se armaban terrones de sal, o se la guardaba en bolsas de cuero. El problema que existía era que si se caía al suelo, gran parte de ella se perdía (el suelo era de tierra) y por tanto se perdía dinero.

Entonces, ¿Qué pasaba si alguien le daba esta sal a otra persona en la mano y la sal se caía al piso? ¿De quién era la culpa? ¿De la persona que entregaba la sal, que no la sabe dar? ¿De la persona que recibía la sal que no supo agarrala?. Era una cuestión bastante difícil y casual de peleas a muerte.

Con lo cual se armó un tratado implícito en el cual la sal se debía depositar en una mesa y no pasarla de mano en mano. De esta manera el que la dejaba tenía la responsabilidad hasta apoyarla en la mesa, luego de eso la responsabilidad recaía sobre el que la tomaba.

La muerte del guerrero

El brillo me deslumbró por un solo instante, la bestia que blandía su hacha de batalla de un lado hacia otro la había levantado para asestar un golpe, instante en el cual, el sol que brillaba en lo alto había atinado uno de sus haces en el filo del arma de mi enemigo. Pude ver el hacha que bajaba con la furia propia de una leona protegiendo a su cría, hacia mi hombro, mientras escuchaba la agitación de la batalla que me rodeaba y podía oler la sangre de mis hermanos caídos. El duelo singular se había extendido por más de un minuto, o un día, o un año, pero aquel podía ser el último golpe.
Ví el arma bajando hacia mí y pude distinguir en los ojos rojos de mi oponte una furia contenida que llevaba ahí aún más años que yo y que él. Ví por fin el arma acercarse y adiviné su sonrisa, con el triunfo grabado en ella, de quien a esperado un centenar de años para zanjar una afrenta.
El hacha que bajaba certera hacia mí, pasó de largo, silbando, por mi lado diestro, cuando en un ágil y rápido movimiento me tiré a un lado y hacia él. Había logrado esquivar aquel golpe mortal y lo que era aún más glorioso fué que en ese mismo movimiento logré asestar mi cuchillo, de la mano izquierda, entre las junturas de la armadura del tórax de aquella abominación.

El grito fue uno e intenso, expresaba en él el dolor de lo perdido, la humillación de la derrota, la angustia de aquello buscado que al instante de estar al alcance de la mano se cae y se rompe en mil pedazos. Los clamores del alrededor tornaron en lamentos y sollozos. La sangre, que empezó a caer por la herida, calentó mi mano entumecida. Pude sentir el palpitar de su ya débil corazón tratando de bombear la sangre a su pequeño cerebro y con cada uno de ellos un borbotón de sangre salía y calentaba aún más mi mano.
Sentí el terror que se producía alrededor, aquel terror que solo podría producir la caía de un gran capitán y el advenimiento de una derrota inminente. Sentí él miedo, la angustia, el desvarío. Percibí sensaciones de miles de seres que me rodeaban o por lo menos eso quise creer.
La bestia sujetaba aún el hacha con ambas manos, mientras inclinaba su cuerpo levemente hacia mí. Levanté mi vista y fijé mi mirada nuevamente en su rostro. Mi sorpresa fue grande al ver que el rostro de aquella criatura no había cambiando ni un ápice. Podía ver aún en aquellos ojos rojos la furia desatada, pude ver al fin en su sonrisa el triunfo que esperó siglos en llegar, pude adivinar en el rostro la tranquilidad, aquella tranquilidad que solo puede tener aquel que sabe algo más que el resto; y decidí que algo no estaba del todo bien.
Sentí nuevamente la sangre resbalando por mi mano, fue por fin cuando me di cuenta, con cierta tristeza, que era lo que estaba mal. Por fin había logrado abrir mis ojos en aquel sueño instantáneo para presenciar en toda su crueldad la triste realidad.

Aquel golpe formidable no había sido esquivado, el hacha se encontraba hundida desde mi omoplato hasta mi tórax y la sangre que sentía fluir por mi mano no era otra más que la mía. Intentaba sujetarme para no partirme por la mitad y me escuchaba diciéndome a mi mismo que todo iba a ir bien que no era nada, mientras tanto comenzaba a sentir el gusto a mi sangre en la boca, mi sangre, que a la vez comenzaba a ahogarme.

Todo había sido un sueño, una alucinación. Un maravilloso sueño de un moribundo, un último sueño. Podía escuchar nuevamente el bullicio a mi alrededor mientras caía sobre mis rodillas. Podía escuchar a aquellas criaturas gritar por la victoria de su comandante, pero me tranquilizaba que los gritos se escuchaban cada vez mas lejos. Las figuras a mi alrededor comenzaban a difumarse mientras me desplomaba sobre mi ser, tomando con mis pocas fuerzas mi brazo derecho y me repetía que todo iría bien.

Mi cabeza cayó por fin al lado de unos de mis compañeros muertos anteriormente y al ver su rostro sin vida supe que algo estaba mal, yo no debería estar ahí ya que mientras me ahogaba con mi sangre, mis ojos se cerraban y sentía la pisada de mi enemigo sobre mí, yo me repetía que todo iba a ir bien.

Susto y muerte

Salí del ascensor y había dos hombres en el palier con la espalda apoyada contra la pared. Los miré, pero los ignoré y me dirigí directamente a mi departamento, abrí la puerta de mi casa entré y uno de ellos se metió detrás de mí. Rápido, intenté evitarlo empujando la puerta, pero no lo logré, el hombre había entrado, pero logré cerrar la puerta lo suficientemente rápido, con la ayuda de mi hermano, para que el segundo hombre no entrara.

Se dirigió hacia la cocina donde estaba mi hermana. El hombre tenía pelo cano pero no parecía muy viejo usaba unos jeans gastados y una campera azul y gris. Le empezó a gritar a mi hermana que le diera un cuchillo, ella tomó uno de la mesada y lo extendió. Yo extendí también la mano y ella me lo dió a mí. El hombre se hizo hacia atrás e intentó agarrar otro cuchillo. Yo casi sin darme cuenta ya le había clavado el que tenía en la mano sin saber bien como ni donde.

Le dije a mi hermano que llamara al 911 y me pasó el teléfono. Marqué el número pero la llamada no salía. Fuí hasta la pieza y fue cuando escuché el ruido a golpes secos contra puerta.

Volví rápido y le pedí a mi hermano las llaves para cerrar la puerta. Cuando llegué era tarde. El picaporte había saltado y por medio de un agujero en la puerta, podía ver al otro hombre del otro lado con un martillo y un destornillador en las manos. El hombre pasó la cabeza por el agujero que se había hecho más grande y pude ver su bisoñe color marrón medio corrido.

Mi hermano le preguntó que era lo que pretendía, pero este no respondió, solo metió más la cabeza por el agujero junto con un brazo. De repente me vi yo con otro destornillador en la mano, solo un poco más largo del que el hombre tenía en la mano. El agujero había desaparecido para mí, estaba frente al hombre que resultaba amenazante con el destornillador. No dude y le clavé el que yo tenía en el medio de su garganta. La sangre empezó a brotar, los ojos del hombre me miraron sorprendidos tras sus anteojos de carey y cayó…

Me desperté sobresaltado, tenía el brazo izquierdo medio dormido por estar este tendido al costado de la cama. Miré a mi derecha y vi a mi novia acostada a mi lado, me levanté fui hasta la puerta y la cerré con la llave de arriba. Me volví a acostar, pensé para recordar a los dos hombres que había matado en mi pesadilla y luego me dormí rápido, tuve otras pesadillas pero ya nos las recordé…